La mayor riqueza que un hombre puede poseer, lo más valiosa por encima de todas las cosas, es la amistad. Esta por lo general no surge de la noche a la mañana, pues tener un amigo(a) es el resultado de una paciente y respetuosa actitud ante la vida, donde previamente se desarrollan una serie de virtudes personales que hacen de una persona digna y generosa, capaz de darse a los demás de manera incondicional y sobre todo, con lealtad a toda prueba.
Ser leal presupone ser persona de palabra, que responda con fidelidad a los compromisos que la amistad lleva consigo. Leales son los amigos que son nobles y no critican, ni murmuran, que no traicionan una confidencia personal, que son veraces. Son verdaderos amigos quienes defienden los intereses y el buen nombre de sus amigos. Ser leal también es hablar claro, ser franco y sobre todo, capaces de corregir a un amigo que se equivoca de una manera respetuosa y sabedor de que es de humanos equivocarse pero de sabios saber corregir los errores.
Paulo Coelho escribió una pequeña metáfora que ejemplifica muy bien el valor de la amistad y las recompensas que un hombre puede tener si conserva la fidelidad y la lealtad. La historia dice así:
UN HOMBRE , SU CABALLO Y SU PERRO
Un hombre, su caballo y su perro iban por una carretera. Cuando pasaban cerca de un árbol enorme cayó un rayo y los tres murieron fulminados.Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales (a veces los muertos tardan uncierto tiempo antes de ser conscientes de su nueva condición...)La carretera era muy larga y colina arriba. El sol era muy intenso, y ellos estaban sudados y sedientos.En una curva del camino vieron un magnifico portal de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro.El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada y entabló con él, el siguiente diálogo:--Buenos días. --Buenos días - Respondió el guardián. -- ¿Cómo se llama este lugar tan bonito? -- Esto es el Cielo, contesto el guardia. ¡Qué bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos sedientos! -- Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera. Y el guardián señaló la fuente. --Pero mi caballo y mi perro también tienen sed, y… --Lo siento mucho, Dijo el guardia interrumpiendo, pero aquí no se permite la entrada a los animales. El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber solo. Dio las gracias al guardián y siguió adelante. Después de caminar un buen rato cuesta arriba, ya exhaustos los tres, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puerta vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles. A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero. Posiblemente dormía.-- Buenos días, dijo el caminante. El hombre respondió con un saludo solo con la mano, sin mover la cabeza. -- Tenemos mucha sed, mi caballo, mi perro y yo. -Ah, si… hay una fuente entre aquellas rocas, dijo el hombre, indicando el lugar y añadiendo: --Pueden beber toda el agua que quieran, esta fresca y es natural. Entonces, el hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed. El caminante volvió atrás para dar las gracias al hombre. --Pueden ustedes volver siempre que quieran. Le respondió éste. -- A propósito ¿Cómo se llama este lugar?- preguntó el hombre. - Se llama CIELO. --¿El Cielo? --¿Sí? ¡Pero… si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo! -- Aquello no era el Cielo. Era el Infierno, contestó el guardia. El caminante quedó perplejo, añadiendo: --¡Pero esto es inaudito, deberían prohibir que utilicen este nombre, pues es información falsa que de seguro debe provocar grandes confusiones! -- ¡De ninguna manera! increpó el hombre, en realidad, nos hacen un gran favor, porque allá se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus amigos. (Paulo Coelho)